¡Hola!
¿Cómo estás? Yo bien, acá estrenando año y probando de qué se trata esto de compartir con el mundo las cosas que pienso, con la esperanza de que a alguien del otro lado le sirva leer(me). Hoy la inspiración viene de algo muy, muy simple, pero que para mí fue sumamente poderoso, y recordarlo me ayuda a re-situarme cada vez que estoy frente a un momento breakthrough.
La primera vez que escuché la frase que usé para el título de este envío fue en 2014, cuando vi el discurso que dio una muy joven Hermione Granger (también conocida como Emma Watson) en su rol de Embajadora de Buena Voluntad en la cumbre de ONU Mujeres de ese año. Todo el discurso es muy hermoso, y aunque pasaron más de 10 años desde esas palabras, la vigencia de cada idea es impactante. En ese momento también se anunció el lanzamiento de una campaña de ONU Mujeres llamada “HeForShe”, que tenía como objetivo convocar a los varones a tomar acción por la igualdad de género, tratando de que comprendieran que, como alguna vez le escuché decir a la enorme filósofa argentina Diana Maffía: “Cuando una mujer avanza, ningún hombre retrocede”. (no tengo que aclarar que la campaña claramente no logró su cometido)
Recomiendo mucho el video, no porque no tenga nada que objetar (podría objetar prácticamente todo), sino para recorrerlo con sentido crítico, considerando el contexto en el que sucedió y el enorme valor que adquieren esas palabras vistas y escuchadas desde el mundo que somos hoy en 2025.
Para quienes tengan ganas de verlo completo y puedan tolerar un contenido audiovisual que, en tiempos de IA, parece de la prehistoria, acá se los dejo.
Bueno, la cosa es que en aquel discurso, Hermione A.K.A. Emma Watson, con su vocecita suave y su acento precioso, dijo algunas cosas muy lúcidas, entre las cuales hizo este llamado que atravesó, intelectual y físicamente, por completo a mi versión del 2014. Y acá te cuento un poco por qué.
Si no sos vos ¿quién?
¡Sí, sí, soy yo! ¡Soy yo! Me dan ganas de gritarle a la pantalla cada vez que veo esta frase escrita, y créanme, la he visto cientos de miles de veces.
Pero es cierto que no fue siempre así. La primera vez que la escuché, no solo no le grité a la pantalla; más bien diría que hice lo contrario: me quedé helada. Helada mientras en mi cabeza se sucedían los pensamientos a un ritmo indescifrable e imposible de reproducir. Me quedé helada pensando en todas esas ideas que yo tenía y en todas esas veces en que se las había contado a otras personas con la esperanza de que las llevaran adelante. Y, en el mejor de los casos, eso no había sucedido. Todas las veces en las que había esperado la aprobación de alguien para hacer las cosas que a mi humilde cabecita se le ocurrían hacer.
En aquel entonces, estaba convencida (y aún hoy a veces lo dudo) de que se me daba mejor pensar que ejecutar. Por eso solía esperar que siempre hubiera unx otrx dispuestx a materializar las cosas que yo pensaba, mientras yo me dedicaba a la cómoda situación de acumular excelentes ideas y exitosísimos proyectos escritos en archivos de Word. Archivos que, si bien me parecía esencial que existieran en el mundo, se iban atorando ahí, esperando al prince/princess charming de la materialización de ideas. Alguien que tuviera tiempo y ganas de apropiarse amorosamente de todo eso y hacerlo realidad.
Y entonces, “Si no sos vos, ¿quién?”, dijo Emma, y debo admitir que me lo tomé personal. Me llevó un rato largo llegar a la idea (loca, no lo niego) de que tal vez, en una de esas, podría suceder que eventualmente no hubiera una mejor persona que yo para hacer eso que hacía falta hacer o decir eso que hacía falta decir. Parece una tontería, lo sé, pero a la "yo" del 2014 esta idea —la de ser yo la protagonista— la llenó de miedo primero, y de entusiasmo después.
Y vos te preguntarás ¿para que me estas contando esto?
Te lo cuento porque sé que no soy la única persona (¿mujer?) que jamás piensa en sí misma cuando trata de imaginar cómo luce una lideresa, una emprendedora, una empresaria, una mujer líder, una heroína, una genia, una crack, una role model, una referente.
Sos una genia. Se lo he dicho a miles de colegas, miles de amigas, miles de mujeres, mirándolas a los ojos, con palabras firmes y toda la intención de que me escuchen en lo profundo, y no solo en la superficie de las palabras. Se lo dije a miles, pero nunca me lo dije a mí.
Se llama “Síndrome del impostor”, ¿te suena? si no te suena te dejo este videíto acá podés escuchar a Reshma Saujani (fundadora de Girls Who Code) o este otro donde la Dra. Arpinder Bansi, de India, cuenta con lujo de detalles su ¿desoladora? historia. En serio, no sigas leyendo sin ver estos videos. Es fundamental entender qué es el síndrome del impostor, y te aseguro que cuando lo comprendas, vas a darte un abrazo fuerte a vos mismx y, tal vez, querer reparar algunas situaciones pasadas.
Contado en breve y, seguramente, no de la manera más precisa: el impostor (nota: aunque le sucede mayormente a las mujeres, vivimos en un mundo patriarcal, ¿te acordás? Todo masculino, todo genérico… Ya volveremos sobre esto en algún momento, y te voy a contar los problemas que tuve por llamarme RocíO) es un efecto identificado por las doctoras Clance e Imes en 1978 para describir el miedo, la frustración y la duda sobre sí mismas que experimentan las mujeres en posiciones de alto rendimiento frente al éxito, especialmente cuando triunfan en ámbitos que no se condicen con lo que la sociedad espera de ellas.
Por ejemplo, en este estudio de KPMG de 2020, se descubrió que el 75% de las mujeres ejecutivas que lideran empresas del Fortune 1000 (o sea, las más capas entre las capas) experimentaron el síndrome de la impostora.
Retomando el hilo de lo que quería contarte (y ahora que ya sabemos qué es el síndrome del impostor y por qué afecta mayormente a mujeres exitosas), lo cierto es que en 2014, cuando escuché a Hermione decir “Si no sos vos, ¿quién?”, me lo tomé súper personal y realmente entendí el sentido de cada palabra. ¡Nos pasamos la vida esperando que el cambio lo hagan otros y otras! Siempre parece que hay alguien más, que no somos nosotrxs, quien debe hacer el primer movimiento. Siempre parece (o, al menos, a mí me parecía en aquel entonces) que lo que hacemos nosotrxs es insignificante frente a lo que puede hacer otrx, como si fuéramos autómatas repitiendo tareas, sin darnos cuenta de que está en nuestras manos elegir qué hacer, cómo hacerlo, en qué orden, con qué propósito. (Al menos en la mayoría de casos, podemos discutirlo también esto, sí)
Ya voy llegando al punto, te lo prometo. Esto no intenta ser un escrito de autoayuda, sino un puente para contarte cómo transformé aquella pregunta en una certeza que me hizo reconfigurar toda mi realidad. ¿Si no soy yo, quién? ¿Por qué no puedo ser yo? Si todas estas otras personas pudieron hacer cosas maravillosas, ¿será que podría hacerlo yo también?
Ese fue el empujón que necesitaba para empezar a ofrecerle mi voz al mundo. Y el mundo me devolvió mucha gratitud y cariño, lo que me animó a seguir hablando y haciendo. Entonces confirmé que Emma tenía razón: yo puedo cambiar el mundo, tanto como vos. No necesitamos la aprobación de nadie para existir, para hacer, para decir. Podemos hacerlo hoy, ahora, animándonos a pensar en qué mundo queremos vivir y tratando de identificar qué cosas deben cambiar. Y empezar a hacerlo. Así, sin más. Hacelo vos. Empezá, aunque no lo hagas perfecto, aunque no sea como te lo imaginás. Hacelo, porque en el hacer está la magia, no en la quietud frente a los cambios necesarios. No en mirar desde afuera y enumerar todo lo que no funciona. No en repetir las mismas recetas que ya fracasaron antes como si nuestro paso por el universo no tuviera relevancia.
Tu paso por este universo tiene relevancia, y mucha. Todo lo que hacés cada mañana, todo lo que decís, todo lo que pensás impacta en las personas que te rodean. Bien, mal, más o menos… Eso no siempre lo sabemos, pero todas tus acciones tienen efectos. Y una vez que entendemos esto, comprendemos que, a veces, una palabra, un gesto, una acción o un silencio bien puesto pueden ser las armas más poderosas que tenemos para combatir las desigualdades de género y las injusticias que vivimos.
Esto me recuerda a este proyecto fascinante. Tengo muchas cosas que decir sobre la nota de la revista y las intenciones del autor, pero el efecto que logra refleja bien lo que quiero decirte. Una palabra bien puesta puede ser algo muy poderoso. Y todxs tenemos palabras disponibles, ¿o no?
De nuevo, esto no intenta ser un manual de autoayuda, sino tal vez una guía de supervivencia. Entonces, si ya entendimos que no hay nadie mejor que vos para hacer transformaciones de fondo en el mundo (sí, vos), vamos a la segunda parte de lo que Hermione nos propuso.
Si no es ahora ¿cuándo?
Formo parte de varios grupos de profesionales de distintas áreas de la comunicación, compuestos por personas mega creativas de las que aprendo constantemente, aunque no siempre se los digo (tarea pendiente: agradecerles a quienes me enseñan, incluso cuando no se dan cuenta).
Hace un tiempo, una colega inició un proyecto maravilloso que, en muy poco tiempo, despegó con fuerza porque todo lo que hace es realmente fantástico. En algún momento, comenzó a publicar un newsletter y a numerar los envíos. Recuerdo perfectamente cuando leí el primero (pues siempre #fan) y, entre la devoción y la fascinación de masticar cada una de sus palabras, pensé: Yo también quiero hacer esto.
Luego, pasaron los envíos: el 1, el 2, el 3, el 10, el 25, el 50... y yo seguía leyendo atenta, disfrutando cada palabra y viendo cómo el tiempo pasaba, deseando hacer algo similar, pero solo eso: deseando, sin llegar a realizarlo. Era el auténtico "verla pasar" sin moverme.
Esta colega me inspiraba con cada uno de sus envíos. Cada vez que su newsletter llegaba a mi correo, además de la emoción que sentía al leerlo, era un recordatorio de mi propio deseo pendiente.
A veces, ese deseo me pesaba, obvio. A veces, ver cómo otra persona lo había logrado (50, 51, 52, 70 envíos y más) me generaba frustración, sobre todo en aquellos días en que intentaba arrancar pero no sabía bien por dónde empezar, y terminaba distrayéndome hasta quedar en la nada.
¿Cómo puede ser que no lo haya intentado? ¿Qué estoy esperando?
Y te cuento esto porque creo que es algo que pasa siempre. Siempre hay un motivo para no hacer cosas distintas, ya sean distintas a las que existen o a las que estamos acostumbradxs cada unx de nosotrxs. Es muy fácil encontrar razones para no intentar algo nuevo. Pero el punto es que, si seguimos haciendo lo mismo de siempre, nada cambia. Todo sigue igual. Y cuando digo “todo” me refiero, ni más ni menos, que al mundo.
No está bien que todo siga igual, porque el mundo no va en una dirección muy productiva, feliz o inclusiva. Lo dice el Global Gender Gap Report, uno de los informes más relevantes a nivel internacional para medir el avance de la igualdad de género. Este informe es elaborado por el World Economic Forum (sí, esa reunión en Davos a la que asisten presidentes y otros líderes y lideresas). Podés consultar el reporte del 2024 acá, pero te lo resumo: según este informe, si todo sigue igual, faltan 134 años para cerrar todas las brechas de género existentes en el mundo.
Esto no solo implica que no alcanzaremos las metas de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) para 2030 (¿no sabés de qué hablo? Otro día te lo explico, pero mientras tanto podés curiosear acá), sino que tendrán que pasar cinco generaciones posteriores al 2030 para que la igualdad de género sea una realidad. Ni vos, ni tus hijxs, ni los hijxs de tus hijxs, ni sus descendientes la verán. Es decepcionante, ¿verdad?
Entonces volvemos a la pregunta: ¿si no es ahora, cuándo?
Así como nos pasamos la vida esperando que los cambios o las cosas bonitas las hagan otrxs, también nos la pasamos elaborando elocuentes excusas para que nadie cambie hoy. Porque, ¿qué fiaca, no? Porque en el pasado era más fácil, o porque en el futuro todo va a estar resuelto. El presente nunca parece ser el mejor momento para innovar, probar o materializar deseos.
No creo equivocarme al decir que muchxs pensamos que el tiempo que tenemos por delante es infinito (spoiler alert: not), y que muchxs también creemos que nuestros deseos y proyectos pueden esperar porque siempre hay otras prioridades. (Spoiler alert 2: not, en mayúsculas).
El momento para hacer esos pequeños cambiecitos en tu vida, tu rutina, tu proyecto, o eso que venís pensando hace rato, es ahora. No va a haber otro momento mejor, créeme lo que te digo. No va a haber un momento mejor que el momento que tenes hoy.
Y, no se trata solamente de que este sea el momento adecuado; se trata también de lo que a mí me gusta llamar: “la pedagogía de la urgencia”. Porque, mientras seguís en esa nebulosa, pensando cómo hacerlo, dudando de si sos la persona adecuada o de si este es el mejor momento, te quedás atrapadx en un loop que te encierra en tu mente pero te deja absolutamente bloqueadx en el hacer. Y mientras tanto, el tiempo pasa. La vida sigue pasando. (Los newsletters de mi amiga se siguen multiplicando).
Y toda esa gente que podría beneficiarse –y mucho– de que, un día, sin preámbulos, simplemente le digas algo tan simple como: “Hoy te ves hermoso” (Si no viste el último link del capítulo anterior, andá para entender este comentario)… no lo está haciendo. O sea, ya lo dijo Greta:
Ok, tal vez no tanto como pánico, pero la pedagogía de la urgencia nos lleva a poner el foco también en el afuera, no solo en el adentro. Nos recuerda que las ideas que tenemos para promover la igualdad y la equidad no solo debemos llevarlas adelante por nuestra propia realización (esto no es autoayuda), sino, más bien, para que la vida de otras personas sea mejor (esto sí es supervivencia).
No sé si está siendo claro lo que quiero decir, así que, a fuerza de ser redundante, te lo voy a pasar en limpio:
sos vos.
Sos vos. Vos, y no otra persona quien puede cambiarle la vida a alguien que necesita escuchar esa palabra. Sos vos, y no otra persona, quien, a través de un gesto tan simple como una mirada (sí, solo dirigir la mirada hacia algún lado distinto), puede generar una catarata de transformaciones que termine haciendo una diferencia real en la vida de alguien.
Sos vos. Y es ahora.
¿Cuánto tiempo te puede llevar mirar, pero de verdad mirar a esa persona que nadie está viendo?
Dejá de buscar un momento más perfecto y dejá de esperar que sea otrx quien haga la diferencia.
Sos vos, y es ahora. El mundo está a tus pies.
En lo que a mi respecta, acá me ves, haciendo el envío #1 de este proyecto. Supongo que de a poco le iré encontrando la vuelta, y mientras tanto ojalá te haya gustado este primer ensayo. Nos vemos la próxima💪🏿
Gracias, Hermione.
Expecto Patronum.
Gracias Rocita, tenes razón: somos nosotras y es ahora, a nuestro ritmo, sin exigirnos tanto. Te adoro.